Las desventajas de la independencia en “La teoría sueca del amor”
Para nadie que me conozca
es un secreto que soy un crítico de los excesos del feminismo. Recuerdo que
hace unos meses, estando en Buenos Aires, hablaba con mi hermana y ella me dice
que había leído o escuchado en algún lugar que los chinos pronosticaban el
nuevo reino de la mujer, que el matriarcado iba a llegar a curar los excesos
que nosotros habíamos cometido en la tierra. Yo le dije que reemplazar un poder
por otro no era la solución, pero el diálogo murió ahí, como a veces sucede
cuando sabes que vas a tener una discusión y piensas, diablos, que con quien
vas a discutir es un pariente. También recordé en aquel instante un capítulo de
South Park en el que Cartman tiene un sueño, una visión del futuro: en este,
los hombres son utilizados por su esperma por una sociedad femenina dominante;
los hombres han sido reducidos a semen, a su papel de involuntario colaborador
de la reproducción. South Park me parece uno de los dibujos más incisivos
actualmente y, en aquella pesadilla de la ya pesadillesca imaginación de
Cartman, vi una relación bastante desfavorecedora entre esta y la declaración
alegre de mi hermana. Supongo, claro, que para muchas mujeres, sobre todo las
feminazis más recalcitrantes, los hombres solo somos eso: una herramienta para
la reproducción.
Esto me llevó a recordar
un documental que un amigo radicado en Suecia desde hace un par de años me
recomendó, “La teoría sueca del amor”.
Documental completo
Ahora bien, lo gracioso
del asunto es que José, mi pata, me recomendó este documental por razones que
no pude reconciliar una vez que terminé de verlo – lo que me hace coincidir con
Zygmunt Bauman: existen infinidad de maneras de vivir y ser humano –: él
pensaba que Suecia había conquistado una libertad idílica, construido un paraíso
terrenal de independencia. Claro, José quiere quedarse en Suecia y no volver y
puedo entenderlo: Perú es un país lleno de contradicciones, en donde luchar es
mal visto y también agotador. Suecia es un país ordenado, el sueldo mínimo
alcanza para poder alquilar un departamento y vivir tranquilo, y la gente, en
palabras de José, “no jode a nadie por como es. Te dejan ser”. Parecía ideal,
un lugar en el que puedes ser tú mismo sin someterte a las críticas de nadie,
país de inclusión y tolerancia. Entendí que José quisiera quedarse: metalero,
aborrecedor del reggaetón y obstinado en demostrar su obstinación, José pensaba
en Suecia como el lugar ideal. Y como me presentó este documental y me habló de
libertad y todas estas palabras importantes para mí, lo vi. Y, como digo una vez más, al finalizar me
pregunté, “¿hemos visto el mismo documental?”
El futuro, según Eric Cartman
Erik Gandini – mi tocayo –
dirige este documental, basado en el libro Is
the Swede a Human Being?, que confieso no he leído. El documental comienza
con un recuento de la historia: los suecos quieren liberarse, liberar a sus
mujeres, a sus niños y a sus ancianos de sí mismos: toda carga familiar es eso,
una carga; de ahora en adelante, Suecia apuesta por la libertad de unión, la
libertad de asociación que solo puede obtenerse si se garantiza la
independencia económica. Eres completamente libre de elegir con quién andar. Después,
saltamos a una mujer trotando: ella confiesa que siempre le gustó estar sola y
quería tener hijos – lo que es una contradicción –, pero no tener pareja. Acude
a su banco de esperma y gracias al derrame voluntario es mamá. Los voluntarios
aparecen en escena, hombres a quienes vemos moviéndose frente a una pantalla de
imágenes eróticas, y esta escena se superpone a otra, la de una mujer pidiendo
su esperma congelado en una jeringa: las instrucciones son claras y ella lleva
todo el proceso de embarazarse sola; ha elegido por internet quién será el
padre del bebé que criará por sí misma, debe echarse, alzar las piernas, etc.,
mientras el inventor de este nuevo método se pregunta, con una sonrisa, cuál
será el nuevo papel del hombre en esta nueva sociedad que cada vez lo necesita
menos.
Hasta aquí Eric Cartman –
otro tocayo – tenía razón.
Desde fuera, Suecia es
vista como el lugar perfecto, un lugar al que vale la pena llegar, dice el
narrador, mientras pasamos a ver a los refugiados, que acuden en masa al país
nórdico. Aquí me pareció curiosa la división del mundo que hacen los expertos:
por un lado, está el eje entre valores de supervivencia y valores de auto
expresión; por el otro, el de valores tradicionales y valores racionales
individuales. Suecia se encuentra a un extremo de ambos, obviamente el del
segundo. Es lógico: si tu lucha es por sobrevivir, las posibilidades de que
desarrolles tu individualidad o persigas tus metas son mínimas. Entonces,
podríamos seguir afirmando que, a pesar de mis miedos a convertirme en mero
masturbador y proveedor de pececillos, Suecia me garantiza poder dedicarme a
mis proyectos profesionales y encima irme al gimnasio del lugar o a nadar con
total libertad. Podría escribir sin tener que preocuparme por pagar el techo y
que la plata no me alcance, incluso ahorrar sería posible. Suena bien. A eso le
sumamos lo que me dice José sobre que nadie te molesta, no se meten contigo,
son tolerantes. Genial.
El problema es que no funciona
así. No es que sean comprensivos contigo, simplemente no les importa lo que
hagas. Una vez dentro de su departamento, se olvidan del mundo. Y eso también
te toca a ti, como recién llegado y forastero, aprenderlo: una de las partes
más claras sobre cómo funciona el pensamiento sueco llega de la mano de una
refugiada que ya lleva tiempo en Suecia y les explica a los recién llegados que
los suecos odian respuestas largas y presunciones. Además, ella también
explica que los suecos no son racistas y se preocupan por el refugiado, pero a
la vez lo quieren lejos. Esto se explica por la forma en la que piensan ellos:
son muy individualistas, el individuo está en el centro: no más, dice el
narrador. Es una sociedad de individuos. Parece una perogrullada, pero no lo
es, pues si es una sociedad conformada por individuos, ¿cómo es que estos
conforman una sociedad? Una sociedad es más
que la suma de sus individuos. Si solo tienes a estos, caminando cada uno por
su lado, ¿puedes garantizar cohesión?
Y esto puede verse en el
momento en el que muere gente confinada en su departamento y solo es
descubierta por el olor. ¿Pero cómo puede suceder esto? Si sucediera acá, se
sabría muy rápido, no solo porque mal que bien en Perú tenemos familias
numerosas y la soledad es mal vista – lo que es el otro extremo de Suecia –,
sino que los gastos a los que estamos obligados todos no perdonan ni un día. La
respuesta es el sistema de autogiro, que garantiza que las cuentas se paguen,
independientemente de si estás muerto. Existe todo un departamento en Suecia
que ve que cuando esto pasa, las propiedades van a los deudos. En el documental
vemos que un difunto tenía mucho dinero en el banco, pero como no se
encontraron a los deudos el dinero va para el Estado. Esto, sin embargo, es
menos importante que el hecho de que solo el olor alertó a los vecinos que algo
sucedía. El otro lado de ser independiente, supongo, pues este hombre – y este
no es un caso aislado en Suecia – lo era económicamente, es que al creer no
necesitar a nadie, ¿a quién puedo pedir ayuda? Como dijo una de estas
visitantes de las propiedades de los muertos, estamos cegados por la
independencia. Esta no es la misma que reclamaron los países colonizados o una
población que se une porque está harta de un dominio injusto, corrupto y cruel –
lo que en realidad una a la gente en su rebeldía y búsqueda de un futuro
diferente, esperanzador –: la independencia de los suecos es más parecida al
berrinche que podría tener un adolescente cuando dice “no te necesito, no
necesito a nadie”. Las personas, como seres sociales, necesitamos el uno del
otro. Suecia, según lo visto en el documental, parece, más que olvidarlo,
negarlo.
En el documental también
nos presentan a una especie de comuna hippie, en la que hombres y mujeres están
juntos en los bosques, experimentando la unión y reclamando el amor como algo
vital para la condición humana. Lo que la sociedad ofrece es seguridad, no
felicidad, dice el grupo hippie, y también aclara el otro lado de la seguridad:
te adormece, te deja lelo. La seguridad, como la independencia en este
documental, puede dejar a la población a merced de la rutina, una en la que ya
no tienes por qué luchar.
El tío Zygmunt Bauman lo
explica de una manera muy buena cuando habla sobre la necesidad de la
socialización en el desarrollo de nuestras habilidades de comunicarnos. El proceso
de negociar y renegociar es agotador; la independencia te quita precisamente eso,
las habilidades de negociar, lo que puede traducirse en que ser autosuficiente
es lo mismo que estar aislado. Vivir en una cabaña en un bosque puede cambiar
de ser unas buenas vacaciones de la ciudad y sus ruidos, al obstáculo que te
adormece la lengua cuando quieres hablar con un desconocido. La comunicación,
como toda habilidad, debe ser desarrollada y siempre mejorada.
Después de pasar por
Etiopía, el documental entrevista, como ya mencioné, a Bauman, quien dice algo
muy interesante sobre la independencia conquistada por los suecos: cuanto más
independiente seas, menos capaz eres de detener tu independencia y reemplazarla
por una agradable interdependencia. Debemos recordar que somos seres sociales,
necesitamos uno de otro, como también aparece en “Cloud Atlas”: tu vida no es
solo la tuya, desde el vientre a la tumba estamos conectados con otros. Creo
que de ese conocimiento adormilado, pero intuido, viene la tristeza de los
suecos, su falta de entusiasmo. Pero claro, tal vez yo también interpreté un
poco mal el documental; quién sabe si José tiene la razón y realmente son una
sociedad perfecta, en donde mueren ancianos en soledad y la reproducción es más
inseminación; quién sabe, pero el caso es que si Suecia es el futuro,
deberíamos considerar luchar con uñas y dientes por el presente, uno en el que
recordemos que somos seres que necesitan de alguien más, mientras dejamos los
celulares en los bolsillos y dejamos de preocuparnos por la alerta que indica
un chat pendiente. No es imposible, pero parece ser que aunque el ser humano no
soporta la soledad, ha encontrado paliativos para ella. Y como siempre, a
despecho de sí mismo.
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