Turk Fruits y el romanticismo visceral


A veces queremos creer que el amor dura para siempre y las películas románticas producidas en serie por Hollywood nos salvan la ilusión; otras, estamos decepcionados por la pérdida de un amor, y una película con mensaje más realista – incluso en su romanticismo – nos arruina más de lo que ya estamos. Yo estaba en esos planes, aún dolido por la pérdida de una relación hace algunos años, cuando me encuentro con una película que nunca imaginé dirigida por el mismo que dirigió Robocop y Starship Troopers. Si algo esperaba de Verhoeven y si algo creía que iba a ver en una película protagonizada por Rutger Hauer, no era lo que vi, una de las mejores y más desgarradas películas que había visto hasta ese tiempo. Creo que a veces no saber qué vas a ver y solo guiarte por la portada puede mostrarte un milagro, incluso si este te forma un nudo en la garganta.

“Turk Fruits” (1973) – o “Delicias Turcas” – cayó en mi computadora en el año 2014, cuando todavía existía una página llamada Cultmoviez y yo me descargaba compulsivamente todo lo que podía de ella, temiendo que la cerraran de un momento a otro – lo que en realidad sucedió –, llegando a acumular casi un tera en pelas descargadas – perdí muchas gracias a un amigo que me formateó la película muy mal, pero pude recuperarlas después de arduo trabajo memorístico y de descarga – que intentaba alcanzar mirando una película al día. En aquellos días, yo estaba en tercer año de la carrera y trabajaba en un colegio solo dos veces por semana, lo que me daba para estar relativamente tranquilo, así que tenía suficiente tiempo libre para ver pelas, leer y escribir: siempre he intentado tener tiempo libre, pues el tiempo es lo más valioso que uno tiene y no debería malgastar así nomás. El caso es que cuando comencé a ver la pela, me di cuenta que conocía al rubio que tenía mi nombre, y después reparé en que era el mismo de Blade Runner. La película es rápida desde el primer instante, en el que vemos a Erik asesinando a un hombre y sonriéndole sádico a la mujer, una muchacha pelirroja que lo mira aterrada antes de morir. La escena se interrumpe para dejarnos frente a Erik que, desnudo, reposa con la sonrisa perdida y los ojos irritados: el protagonista yace envuelto en la pena, entre escombros de comida y yeso: ha perdido a su amor.


Soundtrack

La historia nos muestra cómo Erik, después de embarcarse en aventuras sexuales para superar la ruptura, comienza a recordar a Olga (Monique van de Ven), a quien conoce pidiendo aventón después de alborotar a los invitados en una fiesta. Erik es caótico, bastante exaltado y a ratos da una pésima impresión por su rudeza – a mí no, pero cuando la he visto con mujeres, creo que lo odian un poco –, pero también sabe lo que quiere: cuando Olga lo jala, terminan teniendo sexo a los dos minutos de conocerse, jugando la escena en la que él llega al orgasmo con el agua chisgueteada en el parabrisas. Pero como las películas se mueven por conflictos, tienen un accidente en el que Olga queda malherida e inconsciente; Erik está herido, pero puede cargarla y pedir aventón a otro auto en la carretera.

Después de eso, Erik intenta contactar con Olga en el trabajo de su madre, pero es despedido por ella con desprecio. De entrada podemos notar que la familia de Olga es negociante, burguesa; Erik es escultor, su temperamento artístico es notorio a lo largo de la película. A pesar de todo se vuelven a encontrar e inician su romance, llegando a casarse casi de inmediato. Debo agregar, además, que casi todas las escenas románticas están aderezadas por un soundtrack tan bravo que me motivó a querer aprender a tocar armónica, del compositor Rogier Van Otterloo, ejecutadas las piezas por Toots Thielemans. Erik y Olga viven juntos, parecen amarse y todo iría bien, pero diversas cuestiones están allí y no pueden ser obviadas: la madre de Olga intenta llevarse bien con su yerno, pero su sonrisa falsa y el escultor no se llevan bien, llegando incluso Erik a ser tan frontal con ella que podríamos sentir lástima de la vieja, pensar que es demasiado cuando Erik le da un golpe al globo que oculta la falta de un seno producto de un cáncer extirpado, pero en defensa del protagonista, este y la vieja son dos extremos, no pueden llevarse bien porque Erik representa la sinceridad artística en estado puro, el impulso y deseo vital; la vieja es apariencia, tanto es así que no le importa sonreírle si debe hacerlo. El padre de Olga, por el contrario, viejecito amable que desde el comienzo sabemos está mal de algo, muere querido, pero deshaciéndose entre excrementos, aferrado a un chiste que le da un aspecto trágico, aunque entrañable, el de alguien que intenta reírse de su desgracia, incluso en la agonía.

Erik ama con el cuerpo y con detalles que pueden parecer inusitados, cuando no locos. Recuerdo especialmente una escena en la que ambos están en la playa en su vieja de recién casados. Mientras contemplan el horizonte, Olga le pregunta a su marido por lo que está pensando. “Pienso en cómo serás en treinta años”, le responde él, a lo que ella replica que debería pensar en algo más agradable. Erik le corta un mechón de cabello y ella, aparentemente irritada, le dice que siempre hace cosas que dan miedo. Aquí comienzan a pelear por el mechón de forma juguetona, mientras él le dice que en treinta años seguirá queriéndola. Todo en la playa, entre las olas y los rayos solares que los bañan, acompañados de la música. Cuando vi esta escena por primera vez no pude pensar, creo que sentí por primera vez ese nudo en la garganta que te atrapa cuando sabes que tanta belleza no terminará bien; lo presientes, aunque te niegues a hacerlo, cuando piensas que si Hollywood te inventa finales felices, por qué no lo haría el cine holandés, pero sabes que la música, la escena de amor, todo está hecho para destruirte al final, mostrándote esta idea devastadora que consiste en decirte que incluso el amor más fuerte puede caer, sobre todo si se queda solo en uno de los que ama.


Y esta es toda la pela, pero a partir del minuto 48 transcurre la escena descrita en el párrafo anterior. Pdta: no está subtitulada

Otro aspecto del amor del cuerpo es el sexo. Es inevitable hablar de sexo cuando se habla de una pareja, aunque ruborice a algunas personas, incluso en esta época. Erik ama con el cuerpo, y ama mucho, tanto que enloquece a Olga de hartazgo. Mientras que la felicidad de Erik pareciera haber llegado ya, orquestada por sus trabajos y la vida con Olga, ella ansía otra cosa – o parece hacerlo. Claro, podríamos especular que lo que le sucede al final de la película tiene sus raíces casi desde la mitad de la pela, pero también es cierto que Olga era una muchacha cuando conoce a Erik, como también que la influencia burguesa de su familia no es tan fácil de olvidar. Su separación, orquestada por la madre, llega de forma tan vil como dolorosa: Erik debe ver que otro la bese y termina vomitando, somatizando su dolor e indignación ante el mundo de colores chillones y sombras de la familia de Olga, que ha podido arrebatarle a la muchacha.

No creo que esta película se podría filmar hoy, no de la misma forma. En una de las escenas, Erik entra al cuarto de Olga, ya en vísperas del divorcio, y la penetra cuando duerme. Ella despierta y pelean, hasta que la madre logra separarlos golpeándole la espalda. Sé que lo que escribiré le fregará a los que lean esto, pero comprendí más a mi tocayo que a Olga: el dolor tiene muchos rostros, y Erik lo que desea es dejar de sufrir, regresar a la época anterior, amar de nuevo. Esto sonará como apología a la violación para algunos, más en esta época en donde la mayoría se caga de miedo de soltar algo comprometedor, pero ni modo, no creo estar aquí para jugar a ser agradable: el dolor del personaje me conmueve, porque incluso en su acto de violencia se está despedazando a sí mismo.

Para no terminar narrando el final, puedo decir que cuando Erik suelta a la gaviota y la deja volar se está liberando a sí mismo de la pena: el vuelo del ave es también el adiós del protagonista a una época que lo tomó por sorpresa y, como toda sorpresa, cuando llega es bienvenida y cuando se va sientes que te quitaron un brazo, a pesar de que no lo extrañaste cuando no estaba. Así sucede en estas historias de amor que te dejan pensándola.


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