Una mirada a "Minority Report", el cuento y la adaptación cinematográfica


En mi post anterior divagué sobre cómo el miedo ha sido utilizado de tal manera que nos sentimos aturdidos ante las noticias y no queremos saber nada. Dentro de unos días comenzará el mundial y, tanto en Perú como en Argentina – mi país el primero, donde vivo actualmente el segundo – la gente desea relajarse. El precio de hacerlo es olvidar cómo nos manipulan los medios de comunicación, la política se vuelve cada vez más parodia de sí misma y las tasas de criminalidad aumentan. De aquí que surja una pregunta, una que me hice hace unos años y estoy seguro que muchos la habrán pensado si vieron las obras que analizaré: ¿es ético considerar criminal a una persona basándome en su predisposición al crimen? O, yendo un poco más lejos, si una persona pudiera retroceder en el tiempo y matar al bebé Adolf, ¿sería la persona culpable de asesinato o héroe salvador? Planteadas estas preguntas, revolveré un poco en “Minority Report”, tanto el cuento de Philip K. Dick como la adaptación de Steven Spielberg.

Antes de entrar a hablar del reporte de la minoría, debo decir que la idea ya había pasado por mi cabeza. No sé en dónde escuché que los “qué” en las historias se repiten constantemente, pero son los “cómo” los que se encargan de brindar el sello personal de un autor. La pregunta planteada en el párrafo anterior se repite en muchas historias del cine. A la mente me viene “Looper” (2012) y “Deadpool 2” (2018), que vi hace unos días. En ambas historias si un niño es expuesto a un evento traumático se convertirá en un asesino de adulto. Entonces, ¿vale la pena salvar a ese niño que más adelante se convertirá en un monstruo? Algo como lo que sucede con John Connor, pero desde el punto de vista de las máquinas. Entonces, otro “cómo” es capaz de desarrollarse. Creo que todo comenzó cuando un amigo mío me recomendó, hace algunos años, un anime llamado “Psycho-Pass”: desde el principio me sentí fascinado por este anime, por cómo podía funcionar una sociedad en la que el crimen – al menos el asesinato, por lo menos el que perpetraba la gente común – estuviera en retroceso porque ya se atrapaba a los posibles criminales desde antes de cometer el delito. Claro, a diferencia de “Minority Report”, no son los crímenes los detectados, sino la conducta criminal: llamado “índice de criminalidad” o “coeficiente de criminalidad”, es este estado el que activa la alarma de la policía y, para evitar crímenes, se arresta al, en el futuro, posible culpable. Al parecer preciso, el C.C no siempre se dispara con rapidez, puede ir creciendo por estrés y también, si la persona llega a relajarse, disminuir. Este anime creado por Gen Urobuchi trata sobre diversos temas, entre ellos cómo nuestra conducta puede verse manipulada justamente por aquello de lo que tratamos de huir, la culpabilidad y estrés como catalizador de actor irreflexivos y, sorpresa, la psicopatía como el error que el sistema no es capaz de detectar, pues un psicópata a lo Hannibal Lecter no sería captado por el C.C – y el sistema Sibyl, el encargado de estas lecturas es, irónicamente, dirigido por psicópatas funcionales que pueden velar por el sistema tomando las más frías y funcionales decisiones –, que es capaz de activar el arma del futuro sólo si el criminal es considerado un criminal. Uno de los mejores animes que he visto en mucho tiempo, me parece inscrito en toda esta línea de series futuristas y también heredero de la tradición “Ghost in the Shell”, además que la película plantea, aunque sea al final, una manera conjunta de atacar el sistema.


Una escena de Psycho-Pass en donde hablan de Philip K. Dick y de los libros físicos. Disfruté esta escena por mi fidelidad al formato físico de los libros. 

Ahora bien, Philip K. Dick me fue recomendado hace tiempo, pero por aquella época no veía sus libros así nomás en librerías. El primero que vi en Lima fue Ubik, y me pareció muy caro. Hice entonces lo que me imagino que otros hacen hace tiempo: busqué en línea. Tampoco salía mucho, algunos cuentos, etc. Entonces decidí dejarlo y dedicarme a leer lo que ya tenía. Tiempo después, le conté a otro amigo envuelto en la literatura fantástica y de ciencia ficción – no es un secreto que mucho de lo que leo llega envuelto en la descripción curiosa de algún interlocutor – sobre Psycho-Pass y este me dijo que viera “Minority Report”. Lo apunté por ahí, semanas después recordé la película y la descargué y pasaron más semanas, meses, hasta que, aburrido, hace unos días la vi. La puse en la computadora y listo: primero me llamó la atención que fueran casi dos horas y media. No es que no pueda con una película de más de dos horas, pero me he hecho a la idea de ver esa duración en películas tipo “Lawrence of Arabia”. Me preguntaba de qué forma podrían sostener una película de ciencia ficción por tanto tiempo en la pantalla. Bueno, llegó Tom Cruise con sus análisis, tecnología futurista, el Cuervo de Tres Ojos era su jefe, y mientras más minutos pasaba iba comprendiendo qué había motivado al personaje de Cruise a convertirse en un abanderado del sistema Pre Crimen: la pérdida de su hijo pequeño. No es poca cosa: imagínense por un momento que se pueden evitar los crímenes antes que sucedan, en este caso los asesinatos. Los precog – dos muchachos, una muchacha, los tres hijos de adictos a las drogas nacidos con daños cerebrales –, encerrados en el sueño del futuro, no viven, pero permiten a miles de personas vivir, sobrevivir a cualquier tipo de ataque. El crimen ha bajado más del 90%. Se podría pensar que el mundo – al menos Washington D.C – está a salvo: se ha conjurado el crimen, no a la manera de “The Purge”, con excesos por un día; no con un Estado totalitario y régimen marcial, sino arrestando a los futuros culpables, pues los precog no se equivocan: sus predicciones siempre aciertan, y desde el momento en el que una persona es avistada por los precog como culpable de un crimen, ya es culpable.


"Minority Report", en donde Tom Cruise juega con lo que parece ser una consola mejorada de Wii. 

Debemos recordar que una película es menos libre que un cuento o una novela: parece tener más medios a su alcance, pero usualmente estos se utilizan en decorados atractivos, junto con actores también atractivos, para mantener al espectador allí, sumergido en la contemplación de la historia. Mientras que en el cuento de Dick se enfatiza más lo que sucede en la mente de John Anderton – Cruise en la película –, su miedo a estar siendo traicionado por todos los que conoce porque quieren su puesto como Director de Policía, en la película los despliegues son más visuales, pues el año 2054 no puede llegar sin vistosas autopistas, las esferas tan curiosas que producen las precogniciones y, siempre, la necesaria pelea entre el héroe y su perseguidor, Danny Witwer – Colin Farrel –, quien no me parece en su mejor momento, incluso cuando besa su crucifijo y hace gala de lo irlandés que es. En la película se juega más con el libre albedrío y la ambición de un político en ascenso que no se detendrá ante nada – incluso inculpar a un inocente, explotando su rabia justificada – para salvar aquello que ha creado, por el “bien mayor”: la tranquilidad social.

Lo malo de mucho del cine hollywoodense, para mí, es que carga con algunos clichés que se repiten incluso en lo que podrían ser buenas adaptaciones de más que capaces directores. El final feliz, para muchos, incluyéndome, no va a tono con el resto de la película. No me parece una película decepcionante, de hecho mentiría si dijera que no la disfruté, de una manera un poco masoquista, claro. La escena que abre la película, el futuro asesinato de una mujer y su amante a manos del esposo engañado, ¿qué nos dice? ¿Está la policía invadiendo la privacidad de un hogar y sus problemas o está haciendo lo correcto salvando a las futuras víctimas? El crimen, como dicen al principio, es uno pasional, no ha sido planificado, por eso mismo es tan difícil localizar la ubicación. El shock que sufren aquellas tres personas se me presentó como algo muy difícil de asimilar, a pesar que es dejado de lado por el complot contra Anderton, que es el quid de la película. Tienes a la mujer infiel, al amante y al esposo que va a asesinarlos: el esposo es arrestado antes de hacerlo – pero lo iba a hacer – y la mujer debe ver cómo se lo llevan, semidesnuda y sudorosa aún, junto al amante. El encierro es una especie de coma. ¿Qué podía haberse hecho? Y Lamar, El Cuervo de Tres Ojos, que termina suicidándose, sea por culpabilidad o para no enfrentar la vergüenza de un juicio, arruina el sistema que defiende al no cumplir con el pronóstico. Pienso que la imagen de drogadicto deprimido de Anderton no era del todo necesaria, pero sirvió para darle la cohesión a sus motivos: allí reside la diferencia entre este Anderton y el del cuento de Dick.

El Anderton de la historia de Philip K. Dick es calvo, algo gordo y está en la cincuentena. Tiene una hermosa mujer y parece algo paranoico. Es el quien ha fundado Pre Crimen, y parece menos al tanto de su funcionamiento que Lamar Burgess (en la película, el creador de Pre Crimen, junto con Iris Hineman), pues su desconocimiento del reporte de la minoría es lo que lo lleva a investigar qué ha sucedido. La acción comienza cuando Anderton se encuentra con quien será su asistente, Ed Witwer, no Danny, no irlandés, no católico, sino rubio, ojo azulado, joven y seguro de sí mismo. Es este encuentro el que desestabiliza primero a Anderton, pues ya siente que lo quieren jubilar, pero será la ficha con sus datos como futuro asesino la que desatará la paranoia que lo lleva a intentar escapar, y la que a su vez será la que cree una situación sin precedentes para la unidad Pre Crimen. Otra diferencia entre ambas narrativas consiste en quién está orquestando el caos y por qué. Anderton es ayudado por algunos hombres que, desde el comienzo, parecen intentar inocular una idea en él: ¿Qué tal si el sistema de los precogs cometiera un error? ¿Qué sucedería con los arrestados? ¿No serían víctimas inocentes? No es poca cosa pensar en esta posibilidad. Anderton, gracias a una emisión radial, se da cuenta de qué es el informe de la minoría e intenta volver a Pre Crimen para tratar de conseguir las pruebas que lo ayuden a demostrar su inocencia, pero en el camino se da cuenta de quién es el culpable de todo: su futura víctima, un importante oficial del Ejército. Y se ve forzado, ante la amenaza del desmantelamiento de Pre Crimen, a cumplir con lo que los precogs han dicho que haría, no por rabia ante el descubrimiento de que alguien le hizo mal en el pasado – como en la película –, sino por cálculo: la idea de qué es más importante, si el individuo o el sistema que puede garantizar la tranquilidad de cientos, es una de las columnas de esta narración, siendo la otra la predestinación o el libre albedrío. Tengo que agregar que los precogs pueden prever otros crímenes, no solo asesinatos, lo que los hace más útiles todavía.

Acabo de recordar la película “The Arrival” (2016). En esta película se sugiere algo interesante, y es que uno puede saber su futuro y el libre albedrío podría consistir en justamente seguir lo que uno sabe que debe hacer. En “Minority Report”, el cuento, Anderton sabe que si no cumple con lo predicho el precio será altísimo. A diferencia de los otros arrestados, cuyo predicamento consiste justamente en las preguntas que hice al principio del post, Anderton sabe lo que está haciendo, cumple con una profecía porque la alternativa es mucho peor.


Cuento de Philip K. Dick

Algo que pienso desde hace mucho tiempo es que – y no he sido el primero – tenemos mucho de perverso dentro de nosotros. Jung habla de La Sombra, Zizek menciona que todos tal vez seamos unos monstruos por dentro, etc. Pero, ¿eso ameritaría ser arrestado? Claro, los precog, al igual que el Sistema Sybil, no leen tus pensamientos, sus predicciones o detecciones parten de un acto dentro de una línea temporal futura o del comportamiento errático en expansión, pero siempre existe la opción de contrariar lo que se espera de nosotros. El gran problema que proponen estas obras está en el mismo cuento de Dick, en donde, parafraseando, el castigo de los perpetradores nunca disuadió a los demás, como tampoco consuela a los muertos y a los deudos. Así, para finalizar, pienso que a muchos les podría parecer una solución atractiva en el futuro, y yo terminaría con lo mismo que le dice Anderton a Witwer, una vez este en el cargo de Director y aquel al comienzo de su condena: Mejor mantener los ojos abiertos. Puede sucederte en cualquier momento”. No doy más detalles, preferible leer y ver. Hasta la próxima semana.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Office" y el paraíso laboral

Turk Fruits y el romanticismo visceral

¿En qué consiste un clásico? Network y su vigencia, a propósito de la sociedad del espectáculo